Cuando el cuerpo no obedece, Chávez.
Gigantesca rabia
me inunda el alma con una pregunta básica ¿Por qué a ti hombre bueno?
¿Cómo quedarán
las ofensas contra tu familia, hijas e hijo, hermanos, tu padre y tu bendita
progenitora por tan pródigo vientre?
Empiezan las
lágrimas a salir y les ordeno que no, porque tu nos enseñaste a perdonar; pero
no me obedecen.
Y sembraste una
familia aun más numerosa que orgullosamente hoy dice ser tú, de nombre pueblo y
de apellido Chávez. Esa misma familia que no se conformó hacerse solo dentro de
las fronteras Venezolanas y traspasó las odiosas barreras de los puntos y rayas
de los mapas, llegando a todos los confines de este planeta. Se explica… de ese
tamaño y fuerza, es tu amor.
Ahora aflora un largo
sollozo y me grito, ¿Carajo, esta consternación es incontrolable?
Recuerdo entonces
tus palabras y acciones como trabajar incansablemente, consagrarse al pueblo,
eficacia, eficiencia, socialismo, crear y errar pero levantarse y seguir, la
octava estrella, huele a azufre, yankees go home, integración de la patria
grande… son demasiadas consignas para resumirlas solo en unas pocas líneas.
De repente, me
llaman y preguntan ¿Qué haremos? Tomo aire para no quebrar la voz y respondo,
obedezcamos su mandato. Pero padre, no puedo controlar mi llanto que se une al
de los otros.
Miro a mí alrededor
en medio de los abrazos notando irremediablemente el desconsuelo, la tristeza, la
expectativa. Recordando de nuevo que ni en el dolor, puedo darme el gusto de
bajar la guardia, porque los coyotes están de fiesta, y eso es una campana de
alerta.
Lentamente me
apoyo en una pared, envuelto en la ebullición incontrolable de mis lágrimas y sintiendo
también los temblores internos porque definitivamente ya no me obedece el
cuerpo comandante y no importa. Oigo de nuevo tu ultimo canto a nosotros “…Patria,
Patria, Patria querida tuyo es mi Amooor…”
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