¿LO BUENO DE LO MALO?



Gracias, hermano Papel, por esta poesía.

En el calor del debate necesario, siempre se discutió sobre la necesidad de la toma de los medios de producción para poder construir una economía socialista factible en Venezuela, si bien con nuestras identidades, también con nuestros defectos o debilidades, propios de una “construcción heroica”, que no tiene fórmula mágica para su desarrollo.

Debemos hacer de cada suceso, una oportunidad.

Durante todos los años que soñamos y luchamos por la toma del poder para ejecutar transformaciones profundas, subestimamos las capacidades de la oligarquía y los arraigos del capitalismo tan profundamente enquistado en nuestra sociedad. De ahí que veamos a pueblo robando al pueblo en el colector del bus, en la bodeguita, en el bachaqueo, en los uniformados desclasados, en las instituciones viejas y nuevas, en la corrupción.

Liberémonos de esos vicios.

Y hablando del fenómeno de la corrupción, llama la atención que toca tanto al rico como al pobre. Surgen entonces preguntas como ¿Quién es el brazo ejecutor de tanto desfalco? ¿Quién compra? ¿Quién se vende? ¿Es un asunto de conciencia? ¿Qué clase social domina al sector comercial del país? Es una inocentada hablar de cambios en la sociedad, sin caracterizar profundamente a esa sociedad que pretendes cambiar.

Es un asunto que traspasa las clases sociales.

Me centro en la corrupción porque en el marco de esta guerra económica, es a mi juicio, el factor imponderable más difícil de manejar. El Gobierno Nacional ha lanzado todos sus esfuerzos y la falla más grande que se ha tenido es la propia gente. Eso, no es culpa de Nicolás, ni de Diosdado, ni de ningún otro. Son responsabilidades personalísimas de quienes pierden su sentido patrio y deciden venderse al mejor postor, es más, no hay justificación valedera.

La corrupción, no debe perdonarse.

Sin embargo y a pesar de todo, opino que lo que nos está sucediendo es altamente positivo. ¿Por qué? Pues porque no se sabía cuan frágil somos en varios aspectos de nuestra economía y una vez más, el látigo de la contrarevolución nos hizo el favor de hacernos mirar hacia adentro, hacia las grietas. Y la pusieron fácil puesto que nos indicaron incluso la ruta a seguir.

De todo debemos aprender.

A partir de lo dicho anteriormente, hago una propuesta de distribución alimentaria, concreta y fácil de aplicar. Si se prepara un combo PDVAL, con los rubros de la cesta básica, se distribuye y vende a cada trabajador de los ministerios, gobernaciones (tenemos 20), alcaldías (tenemos más de 250), el impacto positivo se notaría de inmediato porque se llegaría a más del 20% de la población, se disminuirían las colas en más de 25%, se garantizaría que la inversión de alimentos llegue al pueblo (sin necesidad de subsidiarlo), y se elimina a los “traficantes de influencias” porque el beneficio rompe de raíz, con la matraca de la distribución.

¿Alguno lo había pensado? Pues ejecútenlo.

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