POBRECITO NICOLÁS
Un señor se queja en una unidad de transporte de
Aragua porque le subieron el pasaje a tres mil bolívares y en la calentura,
dice – nosotros pasando vainas, mientras el otro baila salsa y toma caldito de
pollo por televisión – siendo interrumpido inmediatamente por una señora – no te
metas con Nicolás, pobrecito de él, que no lo dejan gobernar.
El suceso me dejo
lleno de contradicciones, luego de pagar también el pasaje a precio de estafa,
pensando en cuantos Nicolás estaban en ese mismo momento recibiendo el doloroso
látigo de la indolencia, principalmente de parte de aquellos que fueron responsabilizados
para proteger al pueblo.
Y mis pensamientos me llevaron a solidarizarme con
Nicolás Pérez, que tiene que pagar un pan a treinticinco mil bolívares; así
mismo me solidaricé con Nicolás Martínez, quien debe hacer una cola de dos
horas para obtener 10 mil bolívares en efectivo; además, me apenó Nicolás
Arteaga, con una carga de cuatro chamos (dos hembras y dos varones) el cual
gana muy bien, “dos salarios mínimos”, que solo alcanzan para un papel
higiénico, una pasta de dental, un kilo de arroz, tres kilos de yuca y tres
kilitos de plátanos.
Luego recordé a Nicolás Sulbarán, al cual se le dañaron
dos cauchos de su carrito y lo tiene “varado”; sin olvidarme tampoco de Nicolás
Silva, cuya “gripecita” se le convirtió en neumonía por no poder atenderla
medicamente como se debe; Ni pensar en Nicolás Abad, en el angustioso cuidado
de su viejos de 84 y 79.
Entonces, detuve mis pensamientos un instante preguntándome,
cuántos Nicolás vivirán en Venezuela, porque cuando digo Nicolás digo
cualquiera, pues cualquiera puede ser Nicolás, pero no el que baila en tiempo de
seriedad, sino ese pueblo que pareciera no tener ya oídos, que escuchen sus
penurias.
Y entonces, sí me uno a la señora que cité al principio y grito, así
sea al silencio de los olvidados, POBRECITO NICOLÁS.
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