TRES HISTORIAS EN UN CONTEXTO DE HOY
La columna de la presente semana está inspirada en tres
personajes de la historia, atados a la fecha de hoy, 19 de mayo.
Estos tres personajes son Malcom X, José Martí “El apóstol
de Cuba” y Ho Chi min, el conductor de la victoria vietnamita sobre el imperio
gringo.
Así, el primero de los mencionados, Malcom X, quien nació un
día como hoy, en el año de 1925 y se destacó como un luchador social cuya causa
principal fue defender los derechos de sus connacionales afrodescendientes en
los estados unidos de Norteamérica.
Más allá de las luchas civiles que protagonizó, el contexto
de su asesinato, es lo que me hace reflexionar en el tipo de sociedad que le
rodeó y que sin necesidad de estudiar con profundidad, se percibe abiertamente que
no ha cambiado, ni se avista en el horizonte que lo hará si quiera, en el
mediano plazo.
Esto último, si es un punto de atender, porque tratándose de
un imperio cuyas contradicciones se acentúan, en donde las realidades son
palpables para todo el mundo menos para sus habitantes y con una hostilidad tan
a flor de piel, es necesario que todos los convivientes del planeta, pongamos
atención a los síntomas de intoxicación de poder, que viene sufriendo esa
nación norteña.
De hecho, esa moderna modalidad asumida de aplicar sanciones
económicas hasta al que les mire mal, bajo el silencio cómplice de otras
naciones acostumbradas a recoger las migajas que arroja el glotón, pretende
provocar a la fuerza, la exclusividad de los mercados comerciales aun cuando su
economía ya al descubierto, demuestra que es insostenible.
En síntesis, debemos de recoger que la sociedad que asesinó
a Malcom X, usando su aparato estatal, siendo en este caso el FBI, es la misma
sociedad que dirige hoy al imperio, racista, excluyente, clasista, vulgar,
vicioso, hostil, mentiroso, ladrón y sobre todo asesino.
Ese detestable imperio, es el mismo que cualquier otro en la
historia de la humanidad cuando se detenta el poder por el poder, sin que su
objetivo sea sembrar el bien común. Ejemplo de ello lo tenemos en las luchas de
siempre, del tiempo, en las que destacan hombres de gran integridad y
persistencia como lo fue el caso de José
Martí, el apóstol de Cuba, quien falleció en combate un día como hoy pero en el
año 1895.
Martí demostró una tenacidad insaciable en búsqueda de su
objetivo, y usó cuantos recursos pudo disponer, siendo su pluma, uno de los más
brillantes. Seguidor de las ideas emancipadoras de Simón Bolívar, estaba bien
claro en el aspecto comunicacional como herramienta para el pensamiento, de ahí
que hizo una obra tan densa en medio de muchos viajes, 147 en solo cinco años y
abundantes estudios, aun presentando un estado de salud vulnerable, padecencias
entre las cuales estaba precisamente, la pérdida sistemática de su visión.
Así pues, que al mencionar a Martí en este análisis, estoy
convocando al esfuerzo integral y más allá, a la batalla necesaria contra los
demonios de nuestros propios pueblos, alienados por el capitalismo al punto de
ser su principal mano autoflageladora, por la ignorancia, la dejadez, la
mediocridad y falta de identidad de clase.
Sabía Martí del riesgo de cambiar un imperio por otro, en su
caso España por los Estados Unidos, pero
agrego yo, es el precio a pagar por tomar aire ante la asfixia, reacomodarse y
aprovechar las coyunturas históricas. Esto es un paso común en toda guerra, si
quiere entenderse como un temporal alto al fuego, aunque al final sea solo el
cambio de enemigos, porque la lucha por la libertad, si ha de llevarse tres
vidas, vale el esfuerzo lucharlas.
En ocasiones me pregunto si los escenarios históricos
tienden a repetirse, incluso a los mismos pueblos. Y entonces me respondo,
-algo no se hizo-, la providencia nos regala la oportunidad de cerrar esos
ciclos de opresión, en donde la primera letra y la última palabra que se
escriba de esa historia está en nuestras manos.
Y es así como llego a Ho chi Minh, nacido en el año de 1890,
tal día como hoy. Este personaje, es considerable como un ser trascendental que
materializó los relatos bíblicos de David y Goliat, sin que ello fuese su
objetivo.
A pesar de la masacre
que sufrió Vietnam. Estimada en largos más de seis millones de víctimas de los
bombardeos gringos, quienes no tan solo hicieron descargar su prepotencia
mortal, sino que la envenenaron con napalm. Incuso, se estima que triplicaron
la cantidad de bombas, que usaron en la segunda guerra mundia.
Y es que sabían que combatían contra unos guerreros
convencidos. De hecho, habían ofrecido a Francia un par de Bombas atómicas para
usarlas contra el Pueblo norvietnamita.
El resultado dejó sorprendido al mundo. El imperio fue
sacado a patadas por un ejército mucho menor armado y aunque martirizado por
las criminales manos de la sociedad podrida que antes les mencioné, decidió a
ser libre.
Lamentablemente, Ho Chi Minh no pudo ver el resultado
heroíco de su lucha, pero así suele suceder. Si es para la generación que
viene, bien vale el esfuerzo entregar todo a sabiendas que los objetivos se
cumplirán.
Estos tres personajes mencionados hoy, resumen el paneo de
la situación en la República Bolivariana de Venezuela, acosada por un gobierno
imperial que se debilita rápidamente, pero con la misma sociedad de siglo
pasado, esa misma que le cercena los derechos a sus ciudadanos y que va mucho
más allá, los ejecuta sin juicio, solo por antagonizar con su dictatorial
manera hegemónica de percibir el poder.
De igual manera, nos pone a escoger entre la presión de un
imperio perturbado y la expectativa de la alianza con otro nuevo, con un mañana
que no se ve, siempre esperanzados en que sea el nacimiento de un nuevo mundo
multipolar y no en el crecimiento de un nuevo monstruo, quizá la diatriba
analógica que se vivió en Cuba a comienzos del siglo XX.
Pero para pensarse en el futuro, hay que encararse al
presente. Venezuela, como el resto del mudo debe afrontar la pandemia, la
recesión económica, un bloqueo comercial
y además, rodeado militarmente, prestos a ser invadidos en cualquier momento.
Queda inspirarse en nuestra historia, llena de constructos
inspiradores y motivadores. Invocar a nuestros próceres, a Bolívar antes, a
Chávez hoy, siempre adelantados, cuando describieron al imperio norteamericano
como destinado por la providencia a llenar de miseria a los pueblos en nombre
de la libertad.
Y también queda recordar la lección del pueblo vietnamita,
liderado por Ho Chi Minh, cuando se enfrentó a la bestia, demostrando que la
razón motiva al corazón y este una vez motivado, consagra al valor. Fórmula que
no está al alcance de ser comprendida por un mercenario.
Así veo hoy a Venezuela, un 19 de mayo del 2020.
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